Ayer escuché una entrevista a Sergio Parra en Kaizen, el podcast de Jaime Rodríguez de Santiago. A Sergio lo leo desde hace años: a veces me entusiasma, a veces me chirría, y de ahí esa relación rara de amor-odio que arrastro con lo que escribe y dice. En esta entrevista hay un momento que me tocó una fibra concreta: cuando habla de la universidad.
El caso es que Sergio lanzaba una crítica bastante dura al sistema universitario tal y como él lo vivió, y en buena medida a la Universidad, en general, como institución y como sistema de educación y de crecimiento. Y ojo, que posiblemente muchas de sus críticas tengan parte de razón, pero inmediatamente indicó que su experiencia universitaria se limitaba, como él mismo cuenta, a algo así como 2 años en la facultad de Derecho (sospecho que la mayor parte del tiempo en la cafetería) y unos meses en la de Filosofía (sospecho que la mayor parte del tiempo en el parque con un diábolo), para posteriormente abandonar totalmente la Universidad.
Claro, y lo primero que pienso es: ¿qué conoce Sergio Parra de la Universidad como para criticarla “en general”? Puede hablar, con toda legitimidad, de lo que vivió en esas carreras concretas, de esos profesores y de esa época. Pero de ahí a extrapolar a “la Universidad” entera -todas las disciplinas, todas las etapas, todas las realidades posibles- hay un salto bastante grande. Más aún cuando, en la misma entrevista, reconoce que hay perfiles cognitivos a los que la Universidad sí les encaja, aunque él se vea a sí mismo como alguien con una “mente divergente” que no soporta ese modelo más estructurado. Debe ser que en la Universidad no hay mentes divergentes.
Y esto me recuerda al deportista famoso que te habla -y te da lecciones- de medicina, al actor que da soluciones de geopolítica o al -por qué no decirlo- divulgador de ciencia que no ha pisado una facultad de ciencias en su vida. Todos podemos opinar de todo en la sobremesa, pero cuando tienes un altavoz mediático a tu alcance, lo mínimo es cuidar desde dónde hablas y hasta dónde llega tu experiencia. Opina de lo que sabes; y, cuando hables de lo que no conoces en profundidad, hazlo con mucha más humildad y menos sentencias.
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