Volví a mirar de frente los abusos bajo el sol.
Vi lágrimas sin hombro y opresores con todos los mandos; poder para aplastar, nadie para consolar.
Pensé: más descansan los que ya partieron que los que aún respiran; y quizá mejor quien ni siquiera ha nacido, quien no ha visto esta maquinaria que aprieta el pecho.
Observé también cuánto esfuerzo y cuánta destreza nacen de la pura rivalidad: comparaciones, envidias, carreras por adelantar al de al lado. Vapor también eso: viento perseguido.
El necio cruza los brazos… y se consume a sí mismo.
Mejor un puñado de calma que dos puñados de afán y viento.
Vi otra vanidad: alguien completamente solo.
Sin hijos, sin hermanos, sin tribu. Trabaja sin final; sus ojos nunca se sacian de riquezas. Ni se pregunta: “¿Para quién tanto? ¿Por quién me privo de lo bueno?”. También eso es vacío, tarea que frustra.
Mejor dos que uno, porque juntos la siembra rinde más.
Si uno cae, el otro le levanta; pero ¿qué será del que cae sin mano cercana?
Si dos se acuestan, se dan calor; ¿cómo entra en calor quien duerme solo?
Quien camina solo puede ser vencido; dos hacen frente. Y la cuerda de tres cabos no se rompe fácilmente.
Mejor un joven pobre pero sabio que un rey viejo y testarudo que ya no admite consejo.
He visto al joven salir de la sombra —hasta de la prisión— y ocupar el trono, habiendo nacido con poco bajo el dominio de otro.
Pienso en todos los que andan y desandan bajo el sol, y en el sucesor que ocupa el lugar del anterior: hoy lo siguen multitudes incontables… y mañana los que vengan ya no estarán contentos con él. También eso es vapor, popularidad de humo, viento que no se deja atrapar.
Deja una respuesta